Separate and ever deadly
«Now the pavements have nothing to offer… and all the faces seem to need a slap»
«Preferiría tu sonrisa a toda la verdad», dijo por última vez, recordando como de costumbre versos agónicos que se expresarían siempre mejor que él. Fue ahí cuando sucedió, lo inevitable, el cambio a la última estación que sería perpetua.
Ella lo miró, siempre revelándolo todo con un par de ojos, un destello de imaginación ajena haciéndolos brillar con su sonrisa, ahora ausente.
«No»
Las palabras que venían detrás de esa mirada y esa voz, no encontraron ningún espacio en ese cuarto donde parecía haber dejado de existir el aire. Sin mirar atrás, se levantó y se fue.
«Era lo mejor», se dijo al bajar el quinto escalón.
Sabía que era el quinto porque era ahí donde
invariablemente recibía un beso a la hora de subir por el café
«Nos dejamos de encontrar entre atajos labirínticos. Nos creímos imposibles y desechamos la realidad como algo opcional. Nos alcanzaron la camisa a rayas y los zapatos que tallan.
Fuimos ocho Ícaros que se negaron a aprender de su antecesor, intentando alcanzar el mismo sol que hace horas había escapado del cielo. Lo nuestro fue un coro destemplado y bulloso, llenándolo todo a su paso. Lo nuestro fue la última declaración de amor de la humanidad, que se detuvo en el tiempo para vernos estrellar las caras contra el tráfico.»
Mientras bajaban los créditos, él volvió a mirar la silla vacía a su lado. Casi sin moverse, realizó el camino hasta la taquilla y de vuelta a la sala, 2 tiquetes en la mano. Siempre 2 tiquetes en la mano.