'H'arlequines

Me aburren las pocas palabras. Prefiero siempre vivir en pequeñas e ilusionadas irrealidades. Lo poco que se de la vida, me lo han enseñado las películas.

Categoría: Cuentos cortos y demás desviaciones literarias.

Separate and ever deadly

«Now the pavements have nothing to offer… and all the faces seem to need a slap»

«Preferiría tu sonrisa a toda la verdad», dijo por última vez, recordando como de costumbre versos agónicos que se expresarían siempre mejor que él. Fue ahí cuando sucedió, lo inevitable, el cambio a la última estación que sería perpetua.

Ella lo miró, siempre revelándolo todo con un par de ojos, un destello de imaginación ajena haciéndolos brillar con su sonrisa, ahora ausente.

«No»

Las palabras que venían detrás de esa mirada y esa voz, no encontraron ningún espacio en ese cuarto donde parecía haber dejado de existir el aire. Sin mirar atrás, se levantó y se fue.

«Era lo mejor», se dijo al bajar el quinto escalón.
Sabía que era el quinto porque era ahí donde
invariablemente recibía un beso a la hora de subir por el café

«Nos dejamos de encontrar entre atajos labirínticos. Nos creímos imposibles y desechamos la realidad como algo opcional. Nos alcanzaron la camisa a rayas y los zapatos que tallan. 

Fuimos ocho Ícaros que se negaron a aprender de su antecesor, intentando alcanzar el mismo sol que hace horas había escapado del cielo. Lo nuestro fue un coro destemplado y bulloso, llenándolo todo a su paso. Lo nuestro fue la última declaración de amor de la humanidad, que se detuvo en el tiempo para vernos estrellar las caras contra el tráfico.»

Mientras bajaban los créditos, él volvió a mirar la silla vacía a su lado. Casi sin moverse, realizó el camino hasta la taquilla y de vuelta a la sala, 2 tiquetes en la mano. Siempre 2 tiquetes en la mano.

Sobre caminar con Alfonso

 

A veces, a Alfonso le cuesta trabajo no odiar a sus amigos cuando camina con ellos, es que hablan, la gente no debería hablar cuando la ciudad está sonando, cuando el tráfico envía señales metafóricas sobre el despropósito de la reproducción humana y el cambio del semáforo anuncia toda una nueva oleada de acordes maravillosos que se confunden entre las conversaciones de los ajenos, siempre más interesantes y llenas de belleza que las de los conocidos.

En medio de toda esa reflexión es que le dice un amigo a Alfonso

– Oiga, qué piensa de la vida ?

A lo que Alfonso responde con una sonrisa de medio lado y voltea la mirada para darse cuenta de que sus amigos están hablando sobre lo bello que suena la ciudad, tanta ironía que se podría hacer una torta con ella. Sería una buena torta.

Física Aplicada

A uno le dicen desde muy chiquito que las cosas no son como las pintan. Y eso está bien. Pero en realidad deberían decirle que las cosas no son como uno se las pinta, porque en la cabeza de cada quien, hay un cada cual que es pintor expresionista y siempre termina dibujando sopas de zanahoria y jugo de tomate de árbol, como si fuera una lasagna bolognesa (o mixta) con limonada frappe y pan con ajo, pero entonces para que imaginamos si solonosvamosadesilusionar al encontrar que no existe el camino pavimentado de bellos duendes dorados, sino solo una cantidad de piedras y maleza, con el eventual colibrí que se aleja cuando llevas lentamente la mano a ver si es el momento de que un colibrí te elija para posarse en tu mano, porque todos saben que el secreto de la felicidad es que un colibrí se te pose en la mano.

Hay quienes gustan de la crema de espinacas que se ve como crema de espinacas. Yo siempre he sido más como de imaginarme una crema de espinacas con un poco menos de crema y de espinacas y un poquito más de conejos sabios y guantes derechos en manos izquierda, o al revés, que a la larga es lo mismo, es como cuando trato de hacer que lo que pienso sea real o que la realidad está pensada para mi. Y si sigo por ahí es porque creo que lo que en verdad tengo es un afán por encontrarla, enredada en letras con tildes y puntuación perfecta, desarmándose nudos de zapatos porque un lado quedo chueco o porque a la oreja derecha no le puede dar mejor el sol que a la oreja izquierda y si llueve y los cordones se mojan de tristeza, tienen que caer a la vez, tocar el piso primero con esa parte brillante y dura que está como hecha para recibir golpes pero que erróneamente se piensa que es para que no se deshilachen los cordones. Si yo fuera un cordón, no me importaría deshilacharme, porque eso significaría que le brindo felicidad a la persona cuyos zapatos anudo. Cualquiera sería muy triste con un zapato desamarrado. También significa que no fui hecho para recibir golpes. Creo que en el fondo nadie lo está, pero si estamos hechos para golpear.

Y si la busco es porque se que no la encuentro, porque no existe el puente entre sus tildes y mi crema de espinacas y si existiera nos golpearíamos, hechos como estamos para golpear pero no para recibir golpes, daríamos lo mejor de nosotros por lograr que el otro se desplome primero, tenga que recoger sus zapatos deshilachados y desamarrados y caminar lejos, y creeríamos haber ganado, ella o yo, quien quiera que sea, cuando ambos perdimos por ser reales, porque los puentes no se hicieron para ser cruzados sino para encontrarse en la mitad y luego de un rato seguir el camino inicial.

Y si existe y ese sujeto de pintadas aleatorias decidió que era hora de manifestar su inconformidad con la falta de frappe en la realidad, es porque crucé el puente hasta su lado y ella decidió que mejor no tomaba ese puente, que podía caminar un rato y tomar otro puente más adelante, o que este lado de la calle estaba más bonito que el otro al fin y al cabo y que la vida está hecha para buscar y encontrar cosas bonitas, en personas bonitas, que hagan cosas bonitas, porque no tiene sentido pasarse la vida llenándose la cabeza de cosas feas si llegará el momento en que no quepan más y no habrá nada hermoso en lo cual refugiarse durante los días con mucho calor y poca luz.

Anatomía

Pareciese que hay momentos en que la mano derecha trata de romper el yugo hegemónico del cerebro, devolver los impulsos nerviosos y no salir al rescate de su superior directo ante una fatalidad inminente, como el acorde que decide creerse La en la peor ocasión posible… y entonces el control se mantiene, los dedos se tensan ante el choque preciso con el asfalto y la mano sufre en lugar de su amo y señor. Ese día la mano derecha, vendada y con extremidades rotas, piensa en como va a cumplir la traición al siguiente tropiezo, como no permitirá otro desliz de su voluntad.

Eventualmente ocurre, los ojos desvarían, el pie se encuentra en un espacio errado, la rodilla comunica la certeza del desastre anatómico y el jefe imparte órdenes. La mano derecha recibe, como siempre, su oficio de auto – sacrificio y, como siempre, lo acepta como absoluto… y se quiebra, comprende en un segundo partido como la traición también es un auto – sacrificio y como la desobediencia es obediente al mismo tiempo. Encuentra su redención, esa última acción suicida – homicida que defiende finalmente su liberación. La mano traiciona, la izquierda se rompe ante el impacto y el cráneo indefenso ve como se acerca al piso lleno de misericordia.

La derecha, flotando finalmente en la sangre de su señor, sonríe con una mueca del índice antes de desplomarse sin vida.

Down in the Park

«We are not lovers, we are not romantics»

Un parque es «un» parque que es otro parque que son todos los parques porque hay parques donde se juega parqués y otros no tan parques donde se juega ajedrez, pero el secreto para ser un parque no es el aderezo que tenga el pasto, sino el ángulo en el que caiga el sol sobre la banca a las 4 de la tarde, utilidad única de las bancas como todos sabemos, y cada parque puede ser cualquier parque entonces no importa mucho de donde provenga el hombre que le vende helados a los niños malhumorados.

Último Sueño de Rocamadour

«… donde estan los besos que me debes, en cualquier esquina, cansados de vivir en tu boquita, siempre a la deriva» – Roberto Iniesta

Ella perfecta, ella hermosa, ella que nunca existió. Ve las patas de la cama y la marca de dientes sobre esta y piensa en ella, ella nieve, ella fuego, ella paleta de agua en verano. No creerás que todavía existe, porque no lo hace, esas pequeñas cosas nunca lo fueron de verdad, siempre fueron gigantes disfrazados, caracoles enamorados de estrellas fugaces.

Ella pequeña, ella hermosa ya no cuenta historias de pelos canosos, ya no entorna sus ojos al sol, ya no cree tener siempre la razón, ella perfecta, ella caprichosa caminando más rápido que los demás, siempre con un afán desesperado, desilusionado, falto de inspiración, como ella, poco inspirada, poco inspiradora y aun así…

Ella cruel, ella insoportable, ella que siempre pensaba tener la razón, ella que no podía estar muy lejos de las calles de piedra porque se mareaba, que sufría con el frio y no era capaz de ser feliz con él, tan llorón, tan hermoso, tan oso de peluche sin un ojo, nada en comparación a ella perfecta, ella hermosa de ojos fríos y mirada perdida, ella amorosa, ella indeseable.

Ella perfecta, ella insignificante, siempre enamorada de la imposibilidad del amor, demasiado comprometida con la realidad como para comprender la belleza de lo irreal que es la vida, urgente sobre importante, espontaneidad irrelevante, ella perfecta, ella hermosa, ella café de esquina y postre para calmar el frio.

Pequeñas Delicias de la Vida Conyugal

«No llores nena que no es la muerte
bajo los techos alumbra el sol» – Charly García

Imagínense un periódico, sentado en la entrada de una casa, «minding his own business», sin hacerle daño a nadie, cuando de pronto un apéndice superior, lo toma por la parte más sensible de su sección de economía, sacudiéndolo hasta que caiga un poco más el dólar. Este periódico entra entonces a un quirófano, en el que es abierto sin consideración, sus mutiladas páginas arrojadas por doquier, sus columnas rasgadas, la Times New Roman machacada y mancillada, hasta que ya no se siente tan New.

Sin previo aviso como empezó, la tortura termina, ve desde su cubierta como sus secciones son organizadas de cualquier forma y como se las ponen dentro. Ahora es un acto circense, una burla cruel de los dioses. De su sección de deportes sale como un tumor el crucigrama, y los clasificados están de primeros, el horror.

Sin siquiera cubrir el acto de carnicería que se acaba de cometer, el periódico es llevado afuera contra su voluntad, a un espacio demasiado brillante, que le hiere sus fotos. No puede hacer nada más que sollozar pequeñas lágrimas de tinta sobre la columna de opinión de moda, mientras lo cargan hasta un banco. Ahí, es abandonado a su suerte. Entonces deja de ser un periódico, y se convierte solo en un puñado de hojas sin lector, como suelen hacer los periódicos que no están siendo leídos, hasta que llegue el próximo cirujano sin licencia a abrir con poca ceremonia sus páginas, y devorar indebidamente su contenido, tan fielmente protegido.